Enterrada Relato completo

Estefanía estaba yendo hacia La Coruña en su Honda plateado. Alegre y escuchando música. Estaba pensando en que planes hacer allí, que lugares visitar. El aire que soplaba era fuerte. Disfrutaba del olor del paisaje. Viendo que no había nadie delante de su carril, apretó un poco el acelerador. De repente el coche empezó a tambalearse, dando bandazos de un lado a otro. El automóvil embistió contra un árbol que había en frente de la calzada. Su cabeza dio contra el airbag del coche, dejándola inconsciente.
***
Días antes.

Raquel estaba jactándose de lucir su bonito escote, vestida con una chaqueta desabrochada, con los ojos y los labios regordetes pintados, esta se estaba tocando sus coletas. Los chicos que pasaban al lado suya, la sonreían. Admiraban su vestido sexy.
Raquel iba con su amiga Victoria, su novio Jaime y un amigo de este que no le quitaba los ojos de encima a Raquel. Estaban girando por una calle, en dirección al concierto de  La oreja de Van Gogh.

Pasaron de pisar el asfalto a caminar por tierra. Hubo un charco que  Raquel pisó. Le dio rabia que se le mancharan sus botas. Delante de ellas, estaban el novio de Victoria charlando con su amigo.
-Oye ¿cuando se lo vas a decir?-preguntó Victoria mientras miraba la sonrisa de Raquel.
-No sé, ¿crees que le gusto?
Victoria miró a Raquel y después al amigo de su novio, que de vez en cuando la echaba una mirada y la lanzaba una sonrisa. Tras eso, respondió.
-Yo creo que sí. Arriésgate.
Raquel sonrió y le dio un abrazo a su amiga.
-Me acercare cuando estemos en el concierto. Y él este solo.
-Tu tranquila, yo alejare a Jaime  y me lo llevare lejos para que puedas hablar con tu novio-bromeó Victoria.
-No es mi novio... todavía- respondió Raquel riéndose.
Estando dentro del concierto, Victoria se llevo a Jaime  a dar un paseo, acercándose más a la carpa poligonal para ver al grupo cantar mientras su amigo se quedaba solo. Raquel se puso al lado del chico y empezó a hablarle.
-Hola, sé que eres amigo de Jaime, pero nunca nos han presentado.
-Me llamo Adrian, tu eres Raquel, ¿no?
-Así es, oye ¿tú y Jaime desde cuando os conocéis?


Días antes.

Raquel estaba jactándose de lucir su bonito escote, vestida con una chaqueta desabrochada, con los ojos y los labios regordetes pintados, esta se estaba tocando sus coletas. Los chicos que pasaban al lado suya, la sonreían. Admiraban su vestido sexy.
Raquel iba con su amiga Victoria, su novio Jaime y un amigo de este que no le quitaba los ojos de encima a Raquel. Estaban girando por una calle, en dirección al concierto de  La oreja de Van Gogh.

Pasaron de pisar el asfalto a caminar por tierra. Hubo un charco que  Raquel pisó. Le dio rabia que se le mancharan sus botas. Delante de ellas, estaban el novio de Victoria charlando con su amigo.
-Oye ¿cuando se lo vas a decir?-preguntó Victoria mientras miraba la sonrisa de Raquel.
-No sé, ¿crees que le gusto?
Victoria miró a Raquel y después al amigo de su novio, que de vez en cuando la echaba una mirada y la lanzaba una sonrisa. Tras eso, respondió.
-Yo creo que sí. Arriésgate.
Raquel sonrió y le dio un abrazo a su amiga.
-Me acercare cuando estemos en el concierto. Y él este solo.
-Tu tranquila, yo alejare a Jaime  y me lo llevare lejos para que puedas hablar con tu novio-bromeó Victoria.
-No es mi novio... todavía- respondió Raquel riéndose.
Estando dentro del concierto, Victoria se llevo a Jaime  a dar un paseo, acercándose más a la carpa poligonal para ver al grupo cantar mientras su amigo se quedaba solo. Raquel se puso al lado del chico y empezó a hablarle.
-Hola, sé que eres amigo de Jaime, pero nunca nos han presentado.
-Me llamo Adrian, tu eres Raquel, ¿no?


-Así es, oye ¿tú y Jaime desde cuando os conocéis?
-Desde pequeños nos llevamos bien; si había una pelea y me pegaban, él respondía y viceversa. Lo compartimos todo-riéndose- excepto a la chica.
Ella rió, de repente surgió una química cuando él se le quedó mirando a sus ojos verdes y profundos. Esta le preguntó.
-¿Me has echado miradas durante el tiempo que he estado con mi amiga?
Él se quedó cortado y respondió.
-Sí, ¿he hecho mal?
-Sino me invitas a una copa, si que podrías perder una posibilidad de pedirme salir.
Raquel le acarició la oreja, Adrian la  sonrió mientras admiraba su escote. Él aceptó a invitarla a una copa.
Los dos se acercaron a un mini bar que había en el recinto, alejándose de la muchedumbre que había. Una piedra se le metió a Raquel en la bota, ella se quejó. Apoyó su mano derecha en el hombro del chico para poder quitarse la bota, mientras Adrian estaba pidiendo dos cervezas al camarero en la barra. Este la miró mientras la agarraba del brazo para que no tropezara.
-¿Estás bien?-preguntó él mirando la expresión de Raquel, que tenía una cara de dolor.
-Sí, tranquiló.
Raquel se sentó en un taburete y cogió la cerveza para bebérsela. Ella tomó un sorbo y se lamió con su lengua, el labio superior para quitarse la espuma. Tras eso, le hizo un gesto a Adrian para que se acercase. Él se aproximó. Esta le preguntó:
-¿Quieres darme un beso?
Él se quedó inmóvil, deseando que fuera un sueño, pero se alegró de que no lo fuera. Raquel se acercó a él, sus labios se rozaron. Se gustaron. Lo volvieron a repetir. Tras dos besos en la los labios, decidieron irse a un lugar más solitario. Se fueron a un callejón estrecho y empezaron a intimar.

Un rato después se encontraron de nuevo con Jaime y Victoria. Fueron caminando hacia la multitud para escuchar mejor al grupo que tocaba. Bebieron, comieron , y se rieron. De repente, Raquel quiso alejarse de la muchedumbre. Puso la excusa de ir al baño, se lo dijo a los demás. Alejándose de la gente, marchó al lavabo con su refresco. El baño era un cubículo de madera, con un retrete dentro. Hizo pis. Salió del aseo y fue a buscar a sus amigos entre la multitud. Raquel no vio a sus amigos por ninguna parte, siguió buscando, se acercó al bar, preguntó al camarero. Este le respondió que no los había visto. Pidió otra cerveza, miró de nuevo hacía la muchedumbre, no los vio por ninguna parte. Volvió a beber su refresco, fue caminando hacía el escenario. Paseando entre la gente, Raquel se sintió agobiada y mareada, le dolía la cabeza. Gritó. Nadie la oyó por el jaleo que había. De repente, alguien le aferró el brazo derecho y la obligó a caminar. Ella no opuso resistencia. Le miró a su cara. El rostro era borroso, ella borracha, sonrió. El extraño se dirigió con la chica hasta un callejón oscuro, donde había una furgoneta de color azul oscuro.

***

Estefanía se despertó de un susto. Estaba sentada frente al volante, sin recordar lo que la había ocurrido. Miro por la ventana, vio que el cielo estaba nuboso. La carretera vacía. A lo lejos, vio  una casa de ladrillo y un pequeño almacén. Al lado de los establecimientos había un pequeño huerto. Abrió la puerta del coche y caminó en dirección a la casa de ladrillos, dejando su coche  destrozado atrás. Sacó su móvil e intentó llamar a la grúa. Sin éxito. Cuando se acerco a la puerta principal de la casa, descubrió a alguien dentro.



Era un hombre que estaba de espaldas, con un mono de trabajo, grueso. Rondaría los cuarenta. Estaba haciendo ruido con la herramienta que estaba usando. Estefanía se acercó, le tocó el hombro, el hombre se dio la vuelta. Apagó el instrumento y lodejó encima de una mesa. El extraño tenía la cara gruesa, con aspecto corpulento, con ojos casi juntos, de aspecto nada atractivo, y una melena corta donde le sobresalía  un poco de  flequillo. El hombre se quitó el mono azul que llevaba puesto. Se quedó con una chaqueta roja de botones. Este rompió el silencio presentándose:
-Me llamo Miguel Verne ¿puedo ayudarla?
-Estefanía Pérez, encantada de conocerle ¿Me podría echar una mano con mi coche, es que tenido un problemilla.
-¿Y cómo es que se te ha estropeado el coche?-preguntó el hombre peinándose  un poco mejor para estar más elegante.
-Me estrellé en ese árbol que hay ahí fuera- respondió ella mientras le señalaba con su dedo hacia afuera para que Miguel viera donde se había dado el golpe.
Salieron de la casa y vieron el coche de esta. Él se fue para dentro y cogió una caja metálica donde dentro había herramientas. Ella ya estaba cerca de su coche empotrado. Abistó que tenía el faro derecho roto.
-Joder, menuda leche le has dado-se sorprendió Miguel viendo la escena.
Él dejó la caja encima del capo del Honda y empezó a desarmar el foco.
Comentó.
-Está sucio ¿desde cuándo haces que no lo limpias?-preguntó, enseñándole uno de los trozos del  foco, cogiéndolo  con mucho cuidado y enseñándoselo a Estefanía.
Estefanía rió mientras se mordía las uñas.
-No lo sé, yo creo que nunca-dijo esta al momento respondiendo a su pregunta.
-No te preocupes, esto te lo limpió yo enseguida- dijo Miguel mientras cogía un detergente y un trapo y lo limpiaba.
 Tras un proceso de limpieza. Volvió a recomponer la piezas para montar el foco y ponerlo en su coche.
***
Raquel Fernández Gómez era una estudiante de estética, siempre había querido montar una tienda de uñas de gel, era una buena estudiante. Tenía una hermana de catorce años llamada Beatriz. Siempre había caído bien a la gente, tuvo dos novios antes de hacerlo con Adrian: uno a los quince años y otro a los diecisiete.
La noche del concierto tuvo una bronca gorda con su madre. Cuando se estaba pintando los labios, notó un cómo se abría su puerta. Vio a su madre, enfadada. Esta se asustó.
-¡No vas a salir esta noche!
-Pero, ¿por qué?-preguntó Raquel tensa.
-No me hiciste ni caso las noches que te dije que volvieras temprano, no me hiciste ni caso. Así que estas castigada, hoy no sales con tus amigos al concierto.
-No, ¡si que saldré!-gritó la hija yéndose la madre de la habitación.

Lloró, gritó de rabia, pensó en irse sin que su madre se diese cuenta. Tras eso, se puso a escuchar detrás de la puerta del cuarto. Miró por la cerradura, vio como su madre bajaba unas escaleras. Raquel fue en cuclillas hasta su habitación para coger su bolso y bajó hasta el piso de abajo. Sin hacer ruido, abrió la puerta principal y  se fue al concierto. Se secó las lagrimas y fingió que no pasaba nada.


***
Estefanía fue a darle las gracias a Miguel Verne, dejando su Honda cerca del porche de la casa de este. Entró en la casa. Los escalones crujieron cuando ella subió. El pasillo era estrecho, tenía dos puertas a cada lado. Con las paredes blancas, cuadros pintados de diferentes épocas. Gritó:
-Hola, ¿hay alguien ahí?
No había respuesta. Esta vio las escaleras, la subió. Echó un vistazo en el piso de arriba. No vio a nadie. Bajó. Fue a echar otra mirada al cobertizo, cuando de repente vio un hoyo en la tierra. Se acercó. Dentro había una caja de madera grande, donde dentro había, lo que parecía ser el cuerpo de una joven sin vida. Tras eso, notó un golpe en su nuca.
***
Empezó a llover, el barro de las botas se estaba secando. El extraño abrió la puerta del copiloto la furgoneta. Raquel miró con los ojos mojados al hombre. Raquel salió de malas de la furgoneta, con la camisa de manga echa girones. Sintió frio. Seguramente sería las tantas de la noche. Era uno de los muchos callejones oscuros que había por Alcalá. No veía a nadie para pedir ayuda. La chica estaba asustada, sin saber bien que hacer: quería gritar o seguir callada. El secuestrador la miro a sus bonitos ojos. Esta le reconoció enseguida. Era su padrastro. Él llevaba un chubasquero mojado. Sacó una toalla de la furgoneta y se la dio  a Raquel. Ella lo rechazó y apretó los dientes. Tras esto,  intentó serenarse para huir de la situación. Intentó avanzar a grandes zancadas hasta el final del callejón, No lo consiguió. El sujeto la agarró de un brazo y con la fuerza que tenía, hizo que el cuerpo de Raquel chocase contra la furgoneta. Dolorida, gritó. Nadie la oyó. El extraño le dio la vuelta para que le mirase a la cara. Ella le escupió en el rostro. El hombre le pegó una leche a Raquel en la cara y ella se llevó las manos a la cara. El hombre pidió perdón. Cerró la puerta del copiloto.
-¿Qué coño quieres?-preguntó Raquel asustada.
-Soy el novio de tu madre y quiero hablar contigo.-Respondió este gritando. Las gotas de sudor cayeron por la cara gruesa que tenía.-Solo quisiera tener una pequeña conversación contigo. Por favor, hablemos.
-¿Que es lo que quieres?-volvió a cuestionar la joven.
-Primero que te seques con la toalla.- dijo, volviendo a coger el paño arrugado. Ella se secó la cara. Él continuó.- Escúchame, solo quiero saber como estas. ¿Porque nunca oíste mis palabras?
-¿Porque le alzaste la mano a mi madre?, sabes, eres un ca...
Tras esto, ella atacó al hombre. Le hizo un arañazo en su gruesa cara. A él se le hincharon las venas del cuello grueso y le metió una torta en la cara. Los  delgados pies de la joven empezaron a resbalarse, ella se abalanzó contra él otra vez. Él paró el golpe y la volvió a empujar. Esta vez el efecto fue que la joven se dio fuerte contra una puerta de la furgoneta. Esto provocó la muerte de Raquel.

-Joder-gritó el hombre llevándose las manos a la cabeza, se aferró el pelo, tiró de él.



Este no sabía qué hacer. Pensó durante horas, se le vinieron varias ideas a la cabeza: Llamar a la policía y explicarles lo sucedido, esto supondría en que la madre de Raquel se enteraría tarde o temprano. Aquí era la hija de alguien, pero en Galicia, de donde era él, era una turista más. Allí había poca gente que la conociese y además no había frecuentado Cariño desde hacía tiempo ¿Quien iba a buscarla allí sin ninguna explicación, ni pruebas? Tras un corto tiempo decidiendo que hacer, eligió enterrarla en el patio de su casa que tenía en Cariño. Al no ver a nadie en el callejón, ni sangre en la puerta, cogió el cuerpo sin vida de Raquel y lo metió en la furgoneta. Tras un costoso trabajo, se montó en el automóvil y se fue de ese callejón.
***
Estefanía abrió los ojos, no reconociendo donde estaba. Empezó a gritar. Todo estaba oscuro. Asustada. Ahogando sus llantos, no consiguió gritar. Empezó arañar la tabla que había encima de ella. Le cayó tierra a su pelo moreno. Volvió a alzar la voz. Nadie la escuchó. Empezó a pensar en su vida, en lo corta que se le ha hecho, que moriría enterada en algún lugar de un pueblo de Galicia. Pensó en su madre, en lo que la quería. También en su padre. Una lagrima cayó por el rostro de Estefanía. Hundida y con los brazos flojos, no tuvo fuerzas para seguir aporreando la madera vieja.

 De repente Estefanía dio un puñetazo fuerte a la tabla. Esta se rompió. La joven salió de ahí, de ese oscuro agujero donde estaba metida. Tenía tierra empapada en toda su cara, se la quitó. Gritó y no pasó nada. Miró a un lado suyo y vio el mismo cuerpo que había visto antes enterrado en un hoyo, que estaba al lado del suyo, dentro de una caja grande, agrietada. Bajó al agujero donde estaba el sujeto sin vida, le quitó la tierra que tenía encima del rostro y excavó otra vez. Tenía una figura delgada, era una mujer joven. La cara estaba irreconocible. Llevaba un colgante en su cuello. Asustada, miró a su alrededor, no vio a nadie, se levantó y fue caminando por los alrededores. Vio la casa de Miguel, se acercó. Entró y atravesó un pequeño salón, dirigiéndose a un cuarto. Cogió una foto enmarcada. En la imagen, había una joven vestida con una camisa. Llevaba un colgante en su cuello. Al lado suyo estaba Miguel Verne y una mujer dos años menos que él. Estefanía se llevó la mano a la boca. Oyó unos pasos cerca de la habitación. Se escondió en un armario grande, empotrado, al lado de la cama. Cogió su móvil y marcó el número de emergencias. No había cobertura.
-Joder- gritó ella en voz baja.
Miró por la mirilla, no viendo a nadie, salió. Yendo en cuclillas, salió de la habitación Notó un fuerte dolor de cabeza. Las consecuencias de ese daño fue producido por un palazo en su nuca que alguien le dio por la espalda.


Estefanía estaba recordando su vida. En uno de sus recuerdos, aparecía su madre diciendo "lucha por seguir en esta vida" . Esas frases hicieron que sus ojos marrones se abriesen rápidamente. Su pelo le cubría la cara, lo alejó. Asustada, e inmóvil porque no sentía ninguna de sus extremidades, intentó levantar la cabeza, pero algo la había paralizado. Un tranquilizante, pensó. Echó un vistazo a los lados para averiguar dónde estaba. El sitio era estrecho, olía a orín de rata. No pudiendo soportar el hedor, intentó levantar una de las manos para taparse la nariz. El efecto del calmante se pasó y pudo tapársela. Tosió.



En ese momento alguien levantó la parte de arriba de la tumba. Los rayos del sol la dejaron ciega durante varios minutos.
-Sabes, ojala nunca hubieras descubierto mi pequeño secreto-dijo una voz, sonaba igual que la de Miguel Verne.
El tipo dio vueltas alrededor de la tumba, pensando en cómo deshacerse de Estefanía. En ese momento, el desconocido bajó al hoyo y con sus dos manos gruesas, intentó tapar la boca de la joven. Ella le mordió en una de las manos.
- ¡Quieta, pequeña zorra!-gritó el hombre.
El hombre intentó la misma acción de nuevo, pero ella mordió más fuerte la mano que tenía la herida. Él se quejó, apartándose de ella. Salió del hoyo dirigiéndose a la casa para curarse la herida.
Estefanía salió del hoyo y le atacó por la espalda. El hombre, al subírsele ella por encima, no pudo contener el peso y cayó al suelo. De espaldas a él, Estefanía, incorporándose, empezó a darle patadas en su espalda. Este se dio la vuelta, la chica le reconoció. Miguel estuvo riéndose mientras Estefanía seguía pataleándole, pero él no sentía mucho daño, dado que su grueso cuerpo paraba los golpes de ella.

Al lado de el hombre había un pequeño palo gordo, lo cogió y se lo lanzó fuertemente a la chica. El palo dio en la cabeza de Estefanía, haciéndole perder el equilibrio. Miguel se puso encima de ella. La joven abrió los ojos y miró con espanto aquella gruesa cara, con una risa malévola. Después de unos segundos, ella consiguió arañarle el rostro a su oponente. Ella consiguió levantarse y salir como alma que lleva el diablo de aquel horrible lugar.

Se escondió en uno de los árboles que había entre la finca de Miguel y la carretera. Agotada, echó un vistazo a los alrededores. No vio a nadie. Se dirigió a la carretera. No consiguiendo encontrar su Honda plateado se puso nerviosa. Empezó a caminar por medio de la carretera. En ese momento apareció un coche de policía frente a ella, pasó otro coche junto a ella. El coche de la autoridad dio un frenazo, parándose a poca distancia la joven. Estefanía, se asustó al verse bajar del coche a un hombre grueso, que se dirigía a ella.
-Escuche, ¿está bien?-preguntó el desconocido.
Cuando fue a tocarla, ella le araño. Él se apartó.
-De acuerdo, de acuerdo.
La joven vio en el policía un símil al hombre que le había intentado hacer daño.
-Alguien me está siguiendo, un hombre me ha intentado matar y está aquí...-dijo al fin Estefanía.
El policía echó un vistazo al paisaje y no vio a nadie.
-No veo a nadie cariño.- afirmó el policía.
La joven le enseñó el lugar donde había estado. En la casa de Miguel Verne no había nadie, tras un vistazo rápido que echó el hombre. Pero esta vez no había ningún rastro de que hubiese fotos allí. Aparte de la casa, Estefanía le enseñó donde la había intentado enterrar y el cuerpo que había visto. Nada.
-Gonzalo, necesito que vayas a mi casa para que me ayudes con algo, voy a llevar allí a una mujer conmocionada.- Dijo el hombre, llamando por walkie que sacó de un bolsillo.




El cielo empezó a nublarse, cayendo una ligera lluvia. Los dos fueron al coche de la autoridad. Se montaron, El agente arrancó el coche. El hombre sin dejar de sujetar el volante, fue dirigiéndose hacia el pueblo donde él trabajaba.
Él la preguntó.
-¿Cómo te llamas?
-Estefanía.
-Graham, encantado.
La joven sonrió y miró hacia la carretera. Se acomodó en el asiento.
-¿Por qué no me cuentas lo que te ha pasado?
Ella se lo contó todo. La lluvia continuaba. Mientras iban yendo al pueblo, Estefanía vio una camioneta a los lejos que  iba acercándose a ellos poco a poco por el otro carril. Al pasar frente al coche del agente, Ella reconoció al conductor. Era Miguel. Él miró hacía ellos, dedicándoles una sonrisa malvada.
-Pare el coche-gritó Estefanía haciendo que el hombre quitase por un momento las manos del volante.
El coche giró hacia la derecha, desviándose un poco del carril. El hombre volvió a poner las manos en el volante. Tras ese incidente, el vehículo no tuvo más desvíos. Al llegar al pueblo, aparcaron en la comisaria. Graham miró a Estefanía con cara dubitativa y pensó que estaba loca. Ella no habló durante todo el camino desde el grito.
-¿Qué demonios te ha pasado?, por poco nos matas-preguntó Graham mirándola seriamente.
La chica se mordió las uñas y no dijo nada. La lluvia iba aumentando poco a poco, casi no se podía ver nada. Graham salió del coche y fue a un edificio pequeño que había en frente. El miedo se apoderó de Estefanía, tenía la sensación de no poder confiar en nadie. Cuando fue a abrir la puerta del copiloto alguien dio un golpe fuerte contra el cristal . Ella se asustó. La puerta se abrió desde fuera. Las gotas empezaron a entrar, mojando el rostro Estefanía.
-Voy a ayudarte vale.- Dijo una voz joven.
La chica, no pudiendo ver claramente quien le decía eso, dado que entre cerraba los ojos por el cansancio que tenía encima. El desconocido la obligó a levantarse y a caminar deprisa para que no se mojasen. Entrando en el pequeño edificio de dos plantas que había en frente del coche de la policía, el hombre le puso un abrigo impermeable por encima de los hombros a Estefanía. Ella, al notar la prenda, se asustó de nuevo. Se apartó violentamente y fue corriendo hacia fuera. El hombre la agarró con fuerza, diciéndole varias veces "tranquilízate". Al no hacer caso de sus ordenes, el joven la arrastró hacía dentro del edificio, llevándola hacía una pequeña cocina.
-Necesito ayuda.- gritó el joven, al ver que Estefanía no paraba de moverse.
De repente, apareció Graham. Este se puso de rodillas y con un acto violento, esposó a la joven en el lateral de  un radiador antiguo que estaba al lado de una encimera. Estefanía gritó. El joven llenó un vaso de agua para dárselo a ella. Esta lo rechazó violentamente.
-No me toquéis, no lo hagáis.-dijo Estefanía mirando con miedo a las dos personas que estaban en frente de ella.
-¿Qué demonios hacemos con ella?-preguntó el más joven de la sala.
-Déjame pensar Gonzalo.


Tras un rato de histeria, la chica se desmalló y cayó al suelo. Graham la soltó del radiador y la aupó. Mientras Gonzalo acompañaba a su jefe, Graham le fue explicando lo sucedido. El joven no pudiendo creérselo, pensó que estaba loca. Al llegar a una de las habitaciones del piso de arriba, el hombre grueso dejó tendida a la joven en una cama. La taparon con un viejo edredón. La ventana del cuarto estaba entornada. La dejaron descansar.

Bajaron a la primera planta. Graham le dio instrucciones de que no molestase a la joven hasta que él volviera de hacer una cosa. Gonzalo era el dueño de la casa de su jefe ahora, así que afirmó con la cabeza.

Al oír el motor del coche de su jefe arrancar, este miró por la ventana. Esperó a que se marchase. La lluvia no paraba de caer. El joven estuvo pensando en quien sería esa chica en realidad y porque inculpar a Miguel Verne de su intento de asesinato. Recordó el día en que conoció a Miguel Verne.

Miguel Verne era amigo de su jefe. Graham  presentó a su ayudante un día como este. Gonzalo era un joven al cual no le caía demasiado bien Miguel, porque olía fatal el día que se lo presentaron. Graham no notó nada, dado que ese día estuvo pintando su casa y lo cual hizo que sudase mucho. Aparte, una de las veces que Verne fue a la oficina a poner una denuncia, Gonzalo fue el que le interrogó. Al final de esa conversación, Miguel soltó algo ofensivo contra Gonzalo. El motivo era que no le ayudaba a buscar a su hijastra, Raquel. Su respuesta a esa ofensiva fue la siguiente: "No me trate así. En primer lugar su hijastra tiene dieciocho años y usted no puede obligarla a que este con usted sin que ella quiera." Tras oír esas palabras, Miguel, enfadado, cogió su furgoneta azul y salió como alma que lleva el diablo de la comisaria.

Tras recordar el pasado, estuvo pensando de nuevo en si Miguel Verne podría hacer daño a alguien, pero, si fuese cierto lo que contó Estefanía ¿Por qué intentó enterrarla?¿descubrió algo en la casa de Verne que llevase a la joven a estar bajo tierra?
Sonó el teléfono de Estefanía varias veces. Gonzalo, sentado reflexionando, lo oyó. Subió sin hacer ruido al piso de arriba. Abrió la puerta donde estaba la mujer durmiendo y contestó al teléfono.
-Diga.
-¿Estefanía?¿quién es usted?¿ y porque tiene el móvil de mi hija?-preguntó una voz femenina.
-Soy el inspector de policía Gonzalo Márquez. Su hija ha sufrido una fuerte conmoción y....
-¿Dónde está?
-En Cariño, es un pueblo de Galicia.
-¿Galicia?
-¿Desde donde la llama?
-Desde Madrid. Escúcheme, páseme con mi hija ahora mismo.-ordenó la madre.

-No puedo hacerlo, esta durm...-tranquilizó Gonzalo a la mujer del teléfono.



Tras recordar el pasado, estuvo pensando de nuevo en si Miguel Verne podría hacer daño a alguien, pero, si fuese cierto lo que contó Estefanía ¿Por qué intentó enterrarla?, ¿descubrió algo en la casa de Verne que llevase a la joven a estar bajo tierra?

Sonó el teléfono de Estefanía varias veces. Gonzalo, sentado reflexionando, lo oyó. Subió sin hacer ruido al piso de arriba. Abrió la puerta donde estaba la mujer durmiendo y contestó al teléfono.
-Diga.
-¿Estefanía?, ¿quién es usted? y ¿porque tiene el móvil de mi hija?-preguntó una voz femenina.
-Soy el inspector de Policía Gonzalo Márquez. Su hija ha sufrido una fuerte conmoción y....
-¿Dónde está?
-En Cariño, es un pueblo de Galicia.
-¿Galicia?
-¿Desde donde la llama?
-Desde Madrid. Escúcheme, páseme con mi hija ahora mismo.-ordenó la madre.
-No puedo hacerlo, esta durm...-tranquilizó Gonzalo a la mujer del teléfono.

Giró hacia donde estaba durmiendo Estefanía. De repente ella estaba levantada, viendo la situación. Gonzalo retrocedió hacía atrás hasta llegar a la puerta del cuarto. En un segundo, salió al pasillo. Desde fuera se oía los gritos de histeria de la joven. Intentó abrir la puerta. Gonzalo con la fuerza que tenía, tiraba para que ella no consiguiese salir del cuarto.
-¡Escúchame!, tengo a tu madre al teléfono y quiere hablar contigo.-dijo Gonzalo alzando la voz para que ella escuchase.
-Pásemelo.
Gonzalo abrió la puerta, echó el móvil dentro del cuarto y la volvió a cerrar. Estefanía cogió el teléfono del suelo. Al oír la voz de su madre, se tranquilizó. Un minuto después, ella le empezó a hacer preguntas a Gonzalo.
-¿Donde estoy exactamente?-preguntó Estefanía.
Gonzalo dijo la dirección de la casa de su jefe. Ella le volvió a preguntar.
-¿Como se llama usted?
-Gonzalo Márquez.
Ella se lo dijo a su madre. Un rato después del interrogatorio, Estefanía abrió la puerta de la habitación.
-Mi madre va a venir hasta aquí.
Gonzalo vio la cara de la joven, ella le miró fijamente a él. Vio que era un chico fornido, apuesto y más guapo que el hombre que la recogió en la carretera. Contempló su rostro: boca ancha, ojos marrones, orejas grandes y parecía que se había afeitado hace poco, porque le vino un arroma a colonia que se habría echado él después de afeitarse. Pensó que sería su chico ideal, al que hubiera dicho que "si", si le hubiera conocido en otras circunstancias. Gonzalo la estaba sonriendo.

Él vio en ella a una joven que habría vivido hace poco una situación horrible, dado su aspecto: Cara triste y con el pelo sucio, camisa a rayas arrugada y un poco húmeda. Pero aún así tenía una figura esbelta y casi eran de la misma altura.
-¿Donde hay un baño?-preguntó Estefanía cruzando los brazos teniendo un poco de frío y mirándose su camisa sucia.
-Al fondo del pasillo hay uno, tranquila. Puedes coger lo que quieras. Si dice algo mi jefe, yo te protegeré.- respondió Gonzalo echándole una sonrisa al final.
-¿Tienes una aspirina? llevo un dolor de cabeza encima que no desaparece.
-No sé donde guarda Graham las medicinas.
Estefanía le miró con cierta ironía y luego se echó una mano a la cabeza mientras iba caminando junto a Gonzalo por un pasillo iluminado hasta llegar al baño.
-¿Cuánto tiempo llevo durmiendo?-preguntó ella.
-Has dormido dos horas.
-¿ Y cuanto tiempo llevo en esta casa?
-Casi tres horas.
Ella calmada, le rogó.
-Perdona por haberte gritado.
-No te preocupes, era normal. Estas en una casa con dos desconocidos y encima lo que me ha contado mi jefe sobre lo que te ha pasado. Yo también estaría desquiciado.
-No recuerdo gran cosa. Solo que estuve casi cinco horas en ese maldito ataúd en el que me quería enterrar alguien.
-¿Sabes quién te hizo esto?
-No recuerdo su nombre, pero me acuerdo de su horrible cara de cerdo.
-Je.-Sonrió Gonzalo, imaginándose al monstruo que le había atacado.

Al llegar al baño, Estefanía entró y cerró la puerta.



-¿Podrías tráeme algo de ropa, por favor? .-pidió la chica.
Gonzalo fue a la habitación donde dormía su jefe. Buscó en los cajones que había en los dos armarios. Un rato después, llamó a la puerta del baño. Dentro, oía agua correr y abrió la puerta. El cuarto era pequeño, estaba lleno de vaho porque Estefanía se estaba duchando en ese momento. Él la contemplo durante unos minutos. Miró fijamente a los cristales de la ducha. La joven no se estaba dando cuenta de que la estaban mirando desde fuera. Gonzalo deseaba abrazarla y besarla. Dejó la ropa encima de un pequeño lavabo. Tras eso, Gonzalo cogió la ropa sucia de Estefanía que estaba en el suelo, todo menos, las zapatillas, el sujetador y las bragas. Eso lo dejó encima del lavabo y se fue del baño.
Ella notó un ruido, giró la manivela para cerrar el agua y miró afuera.
-¿Hola?-preguntó ella al ver la ropa encima del lavabo. Sonrió. Pensó que era un buen muchacho al ver que su ropa sucia no estaba.
Salió con el pelo mojado y vio la ropa que había encima del lavabo. Se la puso, le quedaba grande tanto los pantalones vaqueros como la camisa blanca con rayas azules que llevaba, como dos tallas mayor de las que ella usa. Sacó un secador de un cajón y lo enchufó. Se secó su cabello largo durante un buen rato. Pensó en que por fin la situación se había calmado, aunque solo fuese por ese instante.
Salió del baño y fue recorriendo el pasillo, contemplando los bonitos paisajes que había enmarcados. Bajó las escaleras y fue caminando hasta la cocina desde donde salía un olor a pan tostado. Gonzalo estaba preparándola unas tostadas con aceite.
-¿Te gustan?-preguntó el joven poniendo el pan tostado encima de un plato pequeño.
-Sí. Aunque yo hubiese preferido algo más.- dijo la chica.
El pantalón se le caía un poco, ella se lo subía para que no se le notase. Él se dio cuenta y fue corriendo al cuarto de su jefe para coger un cinturón. Estefanía esperó a que bajase. Gonzalo volvió a la cocina y le dio el cinturón. Ella se lo puso y se apretó lo suficiente para que no se le cayese el pantalón. El joven se sentó frente a ella, sacó de un bolsillo una pequeña libreta y un bolígrafo.
-Siento no haberte preparado nada más, es que has tardado poco en ducharte. Aunque he estado a punto de encargar algo de comer.- Dijo él mirando a la chica como comía las dos tostadas.- ¿Quieres algo más?, puedo...
-No , no tengo demasiada hambre. Nunca he sido de comer mucho. Aunque no me importaría beber algo caliente.
-¿Que te pongo?
-¿A tu jefe le gustan las sopas?
-Creo que no.
-Pues entonces un cacao caliente.
-Por supuesto. Vas a tener suerte, a mi jefe si le gusta el cacao- Dijo Gonzalo sonriendo.
Mientras él preparaba la tetera y sacaba el bote de cacao, ella miraba a la ventana que había en frente de ellos, contemplando como el rayo de sol penetraba por la ventana.
-¿Desde cuándo conoces a tu jefe?
-<<Desde hace tiempo, nací aquí, Graham ha sido como mi segundo padre. Cuando aprobé las oposiciones para entrar en el Cuerpo de la Policía, mi padre habló con Graham y en cierta forma entré a formar parte de su unidad. Me acogió al igual que a mis dos compañeros y desde entonces no he parado de solucionar pequeños conflictos que ha habido.>>
-¿Que conflictos?
-Alguna que otra queja que ha habido de un vecino que por la música alta. Cosas así.


-Siento no haberte preparado nada más, es que has tardado poco en ducharte. Aunque he estado a punto de encargar algo de comer.- Dijo él mirando a la chica como comía las dos tostadas.- ¿Quieres algo más?, puedo...
-No , no tengo demasiada hambre. Nunca he sido de comer mucho. Aunque no me importaría beber algo caliente.
-¿Que te pongo?
-¿A tu jefe le gustan las sopas?
-Creo que no.
-Pues entonces un cacao caliente.
-Por supuesto. Vas a tener suerte, a mi jefe si le gusta el cacao- Dijo Gonzalo sonriendo.
Mientras él preparaba la tetera y sacaba el bote de cacao, ella miraba a la ventana que había en frente de ellos, contemplando como el rayo de sol penetraba por la ventana.
-¿Desde cuándo conoces a tu jefe?
-<<Desde hace tiempo, nací aquí, Graham ha sido como mi segundo padre. Cuando aprobé las oposiciones para entrar en el Cuerpo de la Policía, mi padre habló con Graham y en cierta forma entré a formar parte de su unidad. Me acogió al igual que a mis dos compañeros y desde entonces no he parado de solucionar pequeños conflictos que ha habido.>>
-¿Que conflictos?
-Alguna que otra queja que ha habido de un vecino que por la música alta. Cosas así.
-Entiendo.

-¿Y tú? ¿De dónde eres?
-Nací en Madrid. Estoy en busca de trabajo, acabo de terminar informática y me hubiera gustado trabajar en un sitio ayudando a que hubiese red. No sé, sentirme útil.
-Te entiendo, ¿qué más?
-Mi vida es muy aburrida, no salgo casi nunca con mis amigas, porque apenas tengo. Veo películas casi todas las noches con mis padres. Me gusta el género de terror, porque siempre tengo a mi familia cerca para decirme que los monstruos no existen, que solo están en las películas.
-Ah, ¿eres cinéfila?
-Sí.
-Igual que yo. Me encanta el cine.  Lo que pasa es que yo no tengo a nadie con quien ir a verlo.
-Yo voy con mi familia.
-Que suerte.
-¿Tu familia no está aquí en Cariño?-preguntó ella mientras se acariciaba el pelo.
-Ahora se acaban de ir de crucero.
Los dos se echaron a reír. Estefanía preguntó al fin.
-¿Tu jefe te deja a cargo de su casa?
-Así es. No es la primera que cuido de esta casa.- dijo mirando a sus alrededores.-Ya lo he hecho anteriormente. Parece ser que como Graham es amigo de mi padre, y él confía en mí. Pues también Graham lo hace. Por eso soy al único al que se lo pide.

 Estefanía contempló la estructura grande, sintiendo envidia de no tener una casa igual. Aunque el cuarto donde estaban era pequeño, el resto de la vivienda era grande.
-¿No tiene familia tu jefe?
-Están separados. Ella vive en casa de sus padres, creo. Están en medio de un proceso por el cual se decidirá quién de los dos se queda con esta casa. De momento, él vive en ella.
Estefanía hizo un gesto de ironía y se terminó las tostadas. Preguntó de nuevo.
-¿Y ha donde ha ido?
-No lo sé, a veces pienso que se va a casa de su amigo Miguel. Y creo que es ahí adonde va, aunque no se que hacen durante cuatro horas.
-¿Y si tienes algo que hacer?
-Él me deja irme, siempre que compruebe dos veces la casa para que no haya nada abierto.
Mirando al reloj, eran las ocho de la tarde. Gonzalo dijo:
-Volverá dentro de unos minutos, entonces empezaremos con el interrogatorio.
Al oír un ruido en la tetera, pensaron que el agua ya estaba caliente. El hombre se levantó y cogió la tetera. Echó el liquido en un vaso, después lo llenó de cacao. Puso una cuchara pequeña dentro. Llevó el vaso, cogiéndolo con un trapo a la mesa de comer.
-Bébetelo con cuidado.- Dijo Gonzalo dejando el recipiente frente a ella.
Ella sopló y removió la cuchara durante un rato para que la bebida se enfriase.
-¿Por qué no me habéis llevado a un hospital?.-preguntó Estefanía mientras se tomaba el cacao caliente.
-Aquí tenemos un centro de salud, no un hospital. Además la carretera está inundada para llegar al hospital más próximo.-contestó el hombre yendo hacía la ventana.

Miró al cielo, el pequeño rayo de luz de sol se tapó de repente por una nube. Esta comenzó  a descargar una gran cantidad de agua.
-¿Y porque no al centro de salud?-preguntó Estefanía.
-Digamos que uno de los enfermeros no quiere ver a Graham por lo que le hizo a su hija Ofelia, la ex-esposa de Graham. Pablo culpa de todo lo que paso en el matrimonio a Graham. Siempre pensó que había otra mujer y que su hija no se enteró de nada de eso.
-¿Como acabaron tan mal?      
-Una cosa esta clara, hubo otra mujer. Un lugareño vio a Graham varías veces con una mujer que no era Ofelia, su esposa. Este se lo contó a Pablo y él decidió verificarlo. Así que, seguramente sucedió algo parecido a lo que te voy a contar:
<<Una tarde como estas hará varias semanas. Graham y su amante estaban en uno de los sitios donde hay una vista al mar precioso. Serían más o menos las doce o la una de la mañana. Estando allí, intimaron. En lo más oscuro de la noche, viendo desde lejos la escena. A que no sabes, ¿quien descubrió el romance?...
El padre de Ofelia. En ese momento Pablo gritó a los cuatro vientos lo cerdo que era Graham y se acercó como un basilisco hacía él. Le pegó un puñetazo en la cara y se fue de allí. Tras eso, se separaron. La amante de Graham se acabó yendo del pueblo y nunca más se supo de ella. Creo que no vivía aquí, se alojaba con una amiga.>>
-¿Quien te contó esa historia? ¿ y cómo es que no le puso Graham una denuncia a Pablo?-preguntó Estefanía dubitativa.
-Era su suegro, y no quiso tener más problemas de los que tenía.
-Así que Graham te lo ha contado.-dedujo la joven.
-Eso es. De su boca salió lo que te estoy contando. Claro, yo le pongo más suspense.-Dijo Gonzalo con una sonrisa al final.
Estefanía se rio de la gracia. Acabó de beberse el cacao, le entregó el vaso a Gonzalo. Cogió una servilleta de la mesa y se limpió la boca y un poco la cara. Se levantó de la silla y se acercó a un pequeño cubo metálico que había en la cocina. Levantó la tapa y tiró la servilleta con la que se había limpiado. La cerró y se dio la vuelta. Miró como Gonzalo limpiaba el vaso en el fregadero. Se tocó el pelo, tras eso  apoyando una mano en la mecedora y sin apartar la mano de encima, fue caminando poco a poco hasta él. Al llegar, al fregadero, volvió a tocarse el pelo. Miró el cuerpo esbelto de Gonzalo y pensó que sería su hombre perfecto: Le gustaba el cine, la hacía reír, la había tratado bien cuando ella aún estaba desquiciada por lo mal que lo había pasado.

Al irle a tocar el brazo para decirle una cosa, un fuerte vendaval azotó de repente por toda la casa. Gonzalo fue a ver lo que lo produjo. Salió de la cocina y vio como la puerta principal de la casa se abría del todo. Graham estaba entrando en ese momento. Un segundo después cerró la puerta.
-La madre que me pario.- dijo Graham al verse toda la ropa que llevaba empapada delante un  espejo que había en el pasillo.
Alrededor suyo se formó un charco de agua que iba en aumento cada vez que daba grandes zancadas hacía el piso de arriba.
-Voy a ducharme.-Gritó Graham desde el piso de arriba.

-De acuerdo jefe.-Respondió Gonzalo desde la primera planta.



Estefanía se sentó en el sofá del salón y esperó a que Gonzalo hablase de nuevo con ella. Sintió frio al acomodarse en el asiento. El salón era el sitio más grande de la casa. Echó un vistazo a los alrededores: había una mesa pequeña al lado suya con cosas encima. Había un pequeño sillón. En frente había una mesa grande de cristal, y detrás había dos mecedoras. Lo que más le gustó fueron las mecedoras, no porque se balanceasen, sino porque estaban pintados de color marrón, su color favorito. Vio que la chimenea que había detrás de las mecedoras, estaba apagada. Pensó que ojala estuviese encendida. Miró  hacía la mesa blanca pequeña que había al lado suyo. Cogió una de las fotografías que había. En ella aparecía dos familias con vestidos elegantes: una era Graham al lado de su mujer Ofelia, la otra tenía dos jóvenes que estaban entre medias de Miguel Verne y la madre de estas. Estefanía reconoció el colgante que tenía una de las dos jóvenes alrededor de su cuello, era el mismo que tenía la joven enterrada en el hoyo. También reconoció a Miguel, el tipo que estuvo a punto de matarla. Sus ojos palidecieron. Asustada, se llevó la fotografía y se levantó del sofá. Oyó un pequeño ruido cerca de la entrada principal, fue a ver lo que era. Estando allí, paso por  al lado de un perchero donde colgaba un abrigo verde oscuro mojado, pisó una cadena que estaba debajo del abrigo. De la cadena colgaba un colgante, era el mismo que llevaba la joven de la foto. En ese momento pensó: ¿Porque tenía Graham la cadena de esa joven?¿Graham sabía algo de su accidente que no le había contado?¿estaría involucrado en el crimen de aquella joven enterrada? Estas preguntas fueron realizadas en su memoria. Cogiendo la cadena del suelo, fue a la cocina. Allí no vio a Gonzalo. Se acercó a uno de los cajones que había en una mesa. La abrió y cogió un cuchillo con la otra mano. En ese momento, Gonzalo se acercó al fregadero para beber un vaso de agua. Estefanía escondió el cuchillo y se acercó a Gonzalo cuando este le daba la espalda. Al darse la vuelta Gonzalo, se asustó viendo la fotografía que Estefanía le puso delante de su cara.
-¿Quién demonios es esta mujer?-preguntó ella nerviosa, señalando con un dedo a una de las jóvenes que había al lado de Miguel Verne, mientras, con la otra mano apuntaba con el cuchillo a la tripa de Gonzalo.
Este asustado, la preguntó.
-¿Que es lo que te pasa? te he contado todo lo que se.
-¿Quién demonios es?-preguntó de nuevo ella. La vena de su cuello se hinchó.
Gonzalo miró la imagen más detenidamente. Se fijó en la joven que Estefanía estaba señalando. Tragó saliva y dijo a continuación.
-Esa es Raquel Fernández, la hijastra de Miguel. Es amigo de Graham. No sé donde está. Hace algún tiempo que no se la ve por aquí. Creo que está en Madrid....
-Está muerta.
-¿Qué? ¿de qué demonios estás hablando?-preguntó sorprendido el joven.
-Reconocí el colgante, es el mismo que vi cuando halle su cuerpo, enterrado en una tumba. Esta joven murió hace más de una semana, quizá dos, no lo sé.- dijo Estefanía, intentando recordar el motivo de ser enterrada por Miguel.- El cuerpo estaba en descomposición y....



¿Quién demonios es esta mujer?-preguntó ella nerviosa, señalando con un dedo a una de las jóvenes que había al lado de Miguel Verne, mientras, con la otra mano apuntaba con el cuchillo a la tripa de Gonzalo.
Este asustado, la preguntó.
-¿Que es lo que te pasa? te he contado todo lo que se.
-¿Quién demonios es?-preguntó de nuevo ella. La vena de su cuello se hinchó.
Gonzalo miró la imagen más detenidamente. Se fijó en la joven que Estefanía estaba señalando. Tragó saliva y dijo a continuación.
-Esa es Raquel Fernández, la hijastra de Miguel. Es amigo de Graham. No sé donde está. Hace algún tiempo que no se la ve por aquí. Creo que está en Madrid....
-Está muerta.
-¿Qué? ¿de qué demonios estás hablando?-preguntó sorprendido el joven.
-Reconocí el colgante, es el mismo que vi cuando halle su cuerpo, enterrado en una tumba. Esta joven murió hace más de una semana, quizá dos, no lo sé.- dijo Estefanía, intentando recordar el motivo de ser enterrada por Miguel.- El cuerpo estaba en descomposición y....


Se oyó amartillar un arma. La pareja se volvió hacía el sonido, Graham, en el umbral de la puerta de la cocina y con la pistola empuñada, apuntó hacía ellos. Gonzalo se sorprendió, al igual que Estefanía.
-No os mováis.
-Pero qué demonios, ¿qué es lo que pasa Graham? -preguntó Gonzalo.
Estefanía sacó de su bolsillo la cadena que había encontrado en el suelo.
-Posiblemente es de la chica enterrada: Raquel, ¿no? -confesó Estefanía.
Gonzalo la miró y luego vio la prueba. Ella enfadada, dejó de apuntar a la tripa de Gonzalo y apuntó al aire, en dirección a Graham. Este fijó los ojos en Estefanía y con una expresión sería soltó.
- Deja el cuchillo en el suelo o te disparare, y alegare defensa propia.
Ella no le hizo ni caso, Gonzalo volvió a preguntar asustado.
-Yo no mate a Raquel, tienes que creerme Gonzalo. -Confesó Graham mirando a su ayudante.
-Pero estuvo implicado en mi accidente, ¿verdad? - Estefanía continuó. - Seguramente, al descubrir el cadáver de esa joven. Miguel me enterró y le llamó ¿verdad?
- ¿Por qué iba a hacer eso Graham? –preguntó Gonzalo dudando de lo que decía la joven.
-Porque seguramente a Miguel le entró el miedo y quiso esconder mi coche que estaba aparcado en su casa, para que no hubiese ninguna prueba. Limpiaron el lugar del accidente y luego Graham dio vueltas con su coche por la carretera hasta que yo apareciese.
- ¿Y porque no te maté entonces? -replicó Graham.
-No lo sé. La única razón que se me ocurre es que...
-No la hagas caso. -dijo Graham a Gonzalo.
- ¿Por qué no le mastate? -preguntó entonces Gonzalo.
-Tenía que ser un accidente, si me atropellabas y te dabas a la fuga cuando me descubriste, el vehículo que había detrás tuyo y que pasó al lado mío, te hubiera denunciado. -Dijo ella, recordando poco a poco lo que paso.
-Fue un accidente lo que le pasó a Raquel, Miguel no quería matarla. Estaban discutiendo y él la pegó fuerte. Ella se tropezó, dándose un golpe en la nuca con la furgoneta cayendo al suelo muerta Todo iba a ser una desaparición más, hasta que apareciste tú con tu coche aboyado y descubriste el cuerpo. Miguel la enterró y yo le ayude.
Tras eso, Graham disparó a Gonzalo en el pecho, este cayó al suelo de la cocina. Estefanía se asustó al ver el cuerpo del joven escupiendo sangre por la boca. Ella se agachó, tirando la foto al suelo. Presionó la herida que tenía cerca del pulmón, esta había sido superficial. No dañó ningún órgano vital. Gonzalo, antes de cerrar los ojos, la hizo un guiño. Estefanía notó que intentaba decirla que disimulara ante él, para hacerse el muerto. No tenía ni idea del plan que tenía Gonzalo en mente. pero aun así siguió fingiendo. Cogió un fragmento de cristal, de tamaño medio que había detrás suyo. Graham no se dio cuenta, porque recibió desde el umbral de la puerta de la cocina a su socio, Miguel Verne. Este pasó con los pies empapados y fue avanzando hasta donde estaba su amigo. Se dieron la mano y luego Miguel la miró.
-Vaya, vaya. Nos volvemos a encontrar-soltó Verne acercándose a ella poco a poco.
-Te estaba esperando desde hace mucho tiempo. -Contestó Estefanía mirando con rabia a su atacante.
El hombre se detuvo, tocándose su gruesa cara mojada por la lluvia. Graham sin dejar de apuntar a Estefanía, le dio un paño de cocina a su amigo para que se secase su rostro. Miguel se secó.
-Sabes, mi hijastra era muy peleona, como tú. Seguramente le hubieras caído bien. Pero, en fin, acabó enterrada bajo tierra por culpa de un pequeño accidente. Nunca me dejo explicarle lo que había entre su madre y yo. -Dijo Verne sarcásticamente.


-Vaya, vaya. Nos volvemos a encontrar-soltó Verne acercándose a ella poco a poco.
-Te estaba esperando desde hace mucho tiempo. -Contestó Estefanía mirando con rabia a su atacante.
El hombre se detuvo, tocándose su gruesa cara mojada por la lluvia. Graham sin dejar de apuntar a Estefanía, le dio un paño de cocina a su amigo para que se secase su rostro. Miguel se secó.
-Sabes, mi hijastra era muy peleona, como tú. Seguramente le hubieras caído bien. Pero, en fin, acabó enterrada bajo tierra por culpa de un pequeño accidente. Nunca me dejo explicarle lo que había entre su madre y yo. -Dijo Verne sarcásticamente.



- ¿Un pequeño accidente? La empujaste, haciendo se golpease la nuca. Luego la hicisteis desaparecer. Querías hacer lo mismo conmigo tras encontrarla enterrada. -Dijo Estefanía.
- ¿Eh?, eso no fue culpa mía. Ella me atacó y yo me defendí. -se excusó Miguel, acercándose más a ella.
- ¿Y qué hay de su madre?, no tiene derecho a saber lo que la pasó. -discutió Estefanía.
-No habrá nada que discutir, cuando estés bajo tierra. -terminó Miguel estando cerca de la joven.
Ella sacó de debajo de su manga el trozo de cristal e hizo un corte a la mano de Miguel, Graham disparó en el acto. Estefanía esquivó la bala, después, se escondió debajo de la mesa de madera. Miguel se quejó de la herida, cogió uno de los trapos de la mecedora y se lo puso en la mano que le sangraba. Gonzalo abrió los ojos y su corazón volvió a latir. Vio como los dos depredadores buscaban a su presa. Incorporándose, fue primero a por el que estaba empuñando el arma. Graham y él tuvieron un pequeño forcejeo que duró varios minutos. El resultado fue que Gonzalo le quitó la pistola a su jefe y le dio un culatazo en la cabeza. Graham cayó al suelo, inconsciente, durmiendo como un niño. Tras haberse hecho con el control del arma, apuntó a Miguel.
Vio cómo su camisa roja sudada y empapada no paraba de gotear en el suelo de la cocina. Él miró a Gonzalo con una cara de odio y blasfemó.
- ¿Quieres dispararme? Adelante, pero no tienes huevos para hacerlo. -Dijo Miguel, soltando una carcajada al final.
Gonzalo miró debajo de la mesa, Estefanía seguía aún ahí. Volvió a mirar a Miguel y contestó.
-Si los tengo.
Tras soltar una sonrisa pícara a Miguel, le disparó en el hombro y en la pierna. Arrodillado, miró a Estefanía. Ella se levantó, cogió un vaso de cristal del fregadero y se lo estampó en la cabeza a su agresor. Miguel cayó al suelo inconsciente. Gonzalo se acercó poco a poco a Estefanía, ella soltó una sonrisa pícara. Sus ojos se encontraron. Poco a poco se acercaron más el uno al otro. Sin saber bien que decirse, Gonzalo inicio la conversación.
-Solo te conozco de hace unas horas y creo que...-dijo, mirando a los preciosos ojos de Estefanía.
-Shhh, bésame. -Soltó ella al fin.
Sus labios se tocaron, él la abrazó fuerte, quiso no separarse de ella en todo lo que quedaba del día. Estefanía sintió el peligro detrás de Gonzalo, algo malo estaba sucediendo. Así que cuando ella vio de un rápido vistazo a Graham incorporándose y sacando una pequeña navaja de su bolsillo, gritó a Gonzalo. Él se dio la vuelta y disparó contra Graham dos veces, al ver que venía a atacarlos. Las balas impactaron en el corazón de este. Graham cayó muerto al suelo.

Miraron a Miguel tendido y Gonzalo preguntó a Estefanía.
- ¿Qué hacemos con él?



***
Pasaron ocho horas, hasta que Miguel abrió un ojo. Se levantó del suelo. Al ver el colgante de Raquel en su mano derecha y un montón de gente en la cocina, empezó a cuestionarse: ¿qué ha pasado?, ¿Quiénes son todos estos tipos?
De repente, vio sangre en el suelo de la cocina. Dos policías se acercaron a él y le preguntaron.
- ¿Es usted Miguel Verne? -preguntó uno
-Sí, ¿por qué?
-Policía Nacional, estamos investigando junto a la Local el crimen del señor Graham González, es el jefe de Policía de este pueblo.
- ¿De qué demonios me están hablando?
-Tranquilícese señor, usted ha asaltado esta propiedad con la intención de robar al señor González. Pero las cosas se debieron complicar cuando le sorprendió en su casa y tuvieron un pequeño forcejeo que acabó con la vida del señor González, ¿usted cogió esta pistola y le mató con ella?, se la hemos quitado mientras usted dormitaba-preguntó el otro agente, rascándose el bigote.
Miguel Verne no entendía nada. Uno de los policías siguió con la historia.
-Tras eso, Gonzalo Márquez, el ayudante de la víctima, se pasó por aquí para ver a su jefe, y al verle muerto, él y su novia Estefanía forcejearon contra usted, al ver que suponía una amenaza con una pistola en la mano.  Se la quitaron y le dieron un golpe con un vaso en la cabeza.
-Yo no cogí esta pistola. - rebatió Miguel a los policías.
-Pues solamente hemos encontrado sus huellas. Explíquenos eso.
Antes de que Miguel abriese su boca, uno de los policías le quitó la cadena de las manos y se la enseñó.
- ¿Es suya esta cadena?, ¿conoce a la propietaria de la cadena? -preguntó el agente.
- ¿Usted disparó al señor Márquez, intentando matarle? -continuó el otro policía.  
-No, pero...-respondió Miguel despistado en la conversación
Uno de los policías le leyó sus derechos y le esposó. Al salir por la puerta. Un rayo de luz le dio en la cara, echó un vistazo hacía arriba. El cielo estaba despejado. Miguel Verne vio a Gonzalo, Estefanía y a la madre de ella por un lado y por el otro, a su ex-mujer, la madre de Raquel Fernández, junto a su hija pequeña Beatriz.
-He viajado tantos kilómetros para ver lo que le paso de verdad a mi hija, y según lo que me ha contado Estefanía. No me puedo creer que seas tan malvado. -soltó la madre de Raquel y de Beatriz.
-Vamos-soltó el inspector con bigotes al ver al prisionero parado.
-Oigan, escúcheme, yo no he tenido nada que ver con esto. -Confesó Miguel al ser el centro de atención. Le aterraba que le mirasen de esa manera.
-Ya, eso dicen todos. -dijo el policía con bigotes.
-Lo cierto es que sí, todos afirmamos lo que me hiciste a mí, lo que le hiciste a Raquel y cómo pudiste ser tan cobarde de huir de Alcalá, cuando podrías haber declarado que fue un accidente lo que pasó con tu hijastra. -Dijo Estefanía, sonriente por dentro, al ver detenido a su agresor.
-Ah, a propósito, han encontrado el Honda plateado que tu escondiste en el garaje de tu casa. Al fin y al cabo, nadie es perfecto. - Soltó Gonzalo riéndose al final.

Miguel Verne comprendió que todo le había salido mal y que todos se habían puesto de acuerdo para contar una versión a la Policía. Dedujo que a Graham se le cayó la cadena de Raquel, la única prueba que podría implicarle en el crimen. Gonzalo y Estefanía planearon en cargarle el muerto de Graham y le pusieron el colgante en su mano. De esa manera, cuando los Policías recogieron la prueba, tuvieron motivos para sospechar de él e indagar más en la desaparición de Raquel Fernández.


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