Enterrada parte 16


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Pasaron ocho horas, hasta que Miguel abrió un ojo. Se levantó del suelo. Al ver el colgante de Raquel en su mano derecha y un montón de gente en la cocina, empezó a cuestionarse: ¿qué ha pasado?, ¿Quiénes son todos estos tipos?
De repente, vio sangre en el suelo de la cocina. Dos policías se acercaron a él y le preguntaron.
- ¿Es usted Miguel Verne? -preguntó uno
-Sí, ¿por qué?
-Policía Nacional, estamos investigando junto a la Local el crimen del señor Graham González, es el jefe de Policía de este pueblo.
- ¿De qué demonios me están hablando?
-Tranquilícese señor, usted ha asaltado esta propiedad con la intención de robar al señor González. Pero las cosas se debieron complicar cuando le sorprendió en su casa y tuvieron un pequeño forcejeo que acabó con la vida del señor González, ¿usted cogió esta pistola y le mató con ella?, se la hemos quitado mientras usted dormitaba-preguntó el otro agente, rascándose el bigote.
Miguel Verne no entendía nada. Uno de los policías siguió con la historia.
-Tras eso, Gonzalo Márquez, el ayudante de la víctima, se pasó por aquí para ver a su jefe, y al verle muerto, él y su novia Estefanía forcejearon contra usted, al ver que suponía una amenaza con una pistola en la mano.  Se la quitaron y le dieron un golpe con un vaso en la cabeza.
-Yo no cogí esta pistola. - rebatió Miguel a los policías.
-Pues solamente hemos encontrado sus huellas. Explíquenos eso.
Antes de que Miguel abriese su boca, uno de los policías le quitó la cadena de las manos y se la enseñó.
- ¿Es suya esta cadena?, ¿conoce a la propietaria de la cadena? -preguntó el agente.
- ¿Usted disparó al señor Márquez, intentando matarle? -continuó el otro policía.  
-No, pero...-respondió Miguel despistado en la conversación
Uno de los policías le leyó sus derechos y le esposó. Al salir por la puerta. Un rayo de luz le dio en la cara, echó un vistazo hacía arriba. El cielo estaba despejado. Miguel Verne vio a Gonzalo, Estefanía y a la madre de ella por un lado y por el otro, a su ex-mujer, la madre de Raquel Fernández, junto a su hija pequeña Beatriz.
-He viajado tantos kilómetros para ver lo que le paso de verdad a mi hija, y según lo que me ha contado Estefanía. No me puedo creer que seas tan malvado. -soltó la madre de Raquel y de Beatriz.
-Vamos-soltó el inspector con bigotes al ver al prisionero parado.
-Oigan, escúcheme, yo no he tenido nada que ver con esto. -Confesó Miguel al ser el centro de atención. Le aterraba que le mirasen de esa manera.
-Ya, eso dicen todos. -dijo el policía con bigotes.
-Lo cierto es que sí, todos afirmamos lo que me hiciste a mí, lo que le hiciste a Raquel y cómo pudiste ser tan cobarde de huir de Alcalá, cuando podrías haber declarado que fue un accidente lo que pasó con tu hijastra. -Dijo Estefanía, sonriente por dentro, al ver detenido a su agresor.
-Ah, a propósito, han encontrado el Honda plateado que tu escondiste en el garaje de tu casa. Al fin y al cabo, nadie es perfecto. - Soltó Gonzalo riéndose al final.

Miguel Verne comprendió que todo le había salido mal y que todos se habían puesto de acuerdo para contar una versión a la Policía. Dedujo que a Graham se le cayó la cadena de Raquel, la única prueba que podría implicarle en el crimen. Gonzalo y Estefanía planearon en cargarle el muerto de Graham y le pusieron el colgante en su mano. De esa manera, cuando los Policías recogieron la prueba, tuvieron motivos para sospechar de él e indagar más en la desaparición de Raquel Fernández.


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