Enterrada parte 5


Este no sabía qué hacer. Pensó durante horas, se le vinieron varias ideas a la cabeza: Llamar a la policía y explicarles lo sucedido, esto supondría en que la madre de Raquel se enteraría tarde o temprano. Aquí era la hija de alguien, pero en Galicia, de donde era él, era una turista más. Allí había poca gente que la conociese y además no había frecuentado Cariño desde hacía tiempo ¿Quien iba a buscarla allí sin ninguna explicación, ni pruebas? Tras un corto tiempo decidiendo que hacer, eligió enterrarla en el patio de su casa que tenía en Cariño. Al no ver a nadie en el callejón, ni sangre en la puerta, cogió el cuerpo sin vida de Raquel y lo metió en la furgoneta. Tras un costoso trabajo, se montó en el automóvil y se fue de ese callejón.
***
Estefanía abrió los ojos, no reconociendo donde estaba. Empezó a gritar. Todo estaba oscuro. Asustada. Ahogando sus llantos, no consiguió gritar. Empezó arañar la tabla que había encima de ella. Le cayó tierra a su pelo moreno. Volvió a alzar la voz. Nadie la escuchó. Empezó a pensar en su vida, en lo corta que se le ha hecho, que moriría enterada en algún lugar de un pueblo de Galicia. Pensó en su madre, en lo que la quería. También en su padre. Una lagrima cayó por el rostro de Estefanía. Hundida y con los brazos flojos, no tuvo fuerzas para seguir aporreando la madera vieja.

 De repente Estefanía dio un puñetazo fuerte a la tabla. Esta se rompió. La joven salió de ahí, de ese oscuro agujero donde estaba metida. Tenía tierra empapada en toda su cara, se la quitó. Gritó y no pasó nada. Miró a un lado suyo y vio el mismo cuerpo que había visto antes enterrado en un hoyo, que estaba al lado del suyo, dentro de una caja grande, agrietada. Bajó al agujero donde estaba el sujeto sin vida, le quitó la tierra que tenía encima del rostro y excavó otra vez. Tenía una figura delgada, era una mujer joven. La cara estaba irreconocible. Llevaba un colgante en su cuello. Asustada, miró a su alrededor, no vio a nadie, se levantó y fue caminando por los alrededores. Vio la casa de Miguel, se acercó. Entró y atravesó un pequeño salón, dirigiéndose a un cuarto. Cogió una foto enmarcada. En la imagen, había una joven vestida con una camisa. Llevaba un colgante en su cuello. Al lado suyo estaba Miguel Verne y una mujer dos años menos que él. Estefanía se llevó la mano a la boca. Oyó unos pasos cerca de la habitación. Se escondió en un armario grande, empotrado, al lado de la cama. Cogió su móvil y marcó el número de emergencias. No había cobertura.
-Joder- gritó ella en voz baja.
Miró por la mirilla, no viendo a nadie, salió. Yendo en cuclillas, salió de la habitación Notó un fuerte dolor de cabeza. Las consecuencias de ese daño fue producido por un palazo en su nuca que alguien le dio por la espalda.

Estefanía estaba recordando su vida. En uno de sus recuerdos, aparecía su madre diciendo "lucha por seguir en esta vida" . Esas frases hicieron que sus ojos marrones se abriesen rápidamente. Su pelo le cubría la cara, lo alejó. Asustada, e inmóvil porque no sentía ninguna de sus extremidades, intentó levantar la cabeza, pero algo la había paralizado. Un tranquilizante, pensó. Echó un vistazo a los lados para averiguar dónde estaba. El sitio era estrecho, olía a orín de rata. No pudiendo soportar el hedor, intentó levantar una de las manos para taparse la nariz. El efecto del calmante se pasó y pudo tapársela. Tosió.

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