Enterrada parte 3



Era un hombre que estaba de espaldas, con un mono de trabajo, grueso. Rondaría los cuarenta. Estaba haciendo ruido con la herramienta que estaba usando. Estefanía se acercó, le tocó el hombro, el hombre se dio la vuelta. Apagó el instrumento y lodejó encima de una mesa. El extraño tenía la cara gruesa, con aspecto corpulento, con ojos casi juntos, de aspecto nada atractivo, y una melena corta donde le sobresalía  un poco de  flequillo. El hombre se quitó el mono azul que llevaba puesto. Se quedó con una chaqueta roja de botones. Este rompió el silencio presentándose:
-Me llamo Miguel Verne ¿puedo ayudarla?
-Estefanía Pérez, encantada de conocerle ¿Me podría echar una mano con mi coche, es que tenido un problemilla.
-¿Y cómo es que se te ha estropeado el coche?-preguntó el hombre peinándose  un poco mejor para estar más elegante.
-Me estrellé en ese árbol que hay ahí fuera- respondió ella mientras le señalaba con su dedo hacia afuera para que Miguel viera donde se había dado el golpe.
Salieron de la casa y vieron el coche de esta. Él se fue para dentro y cogió una caja metálica donde dentro había herramientas. Ella ya estaba cerca de su coche empotrado. Abistó que tenía el faro derecho roto.
-Joder, menuda leche le has dado-se sorprendió Miguel viendo la escena.
Él dejó la caja encima del capo del Honda y empezó a desarmar el foco.
Comentó.
-Está sucio ¿desde cuándo haces que no lo limpias?-preguntó, enseñándole uno de los trozos del  foco, cogiéndolo  con mucho cuidado y enseñándoselo a Estefanía.
Estefanía rió mientras se mordía las uñas.
-No lo sé, yo creo que nunca-dijo esta al momento respondiendo a su pregunta.
-No te preocupes, esto te lo limpió yo enseguida- dijo Miguel mientras cogía un detergente y un trapo y lo limpiaba.
 Tras un proceso de limpieza. Volvió a recomponer la piezas para montar el foco y ponerlo en su coche.
***
Raquel Fernández Gómez era una estudiante de estética, siempre había querido montar una tienda de uñas de gel, era una buena estudiante. Tenía una hermana de catorce años llamada Beatriz. Siempre había caído bien a la gente, tuvo dos novios antes de hacerlo con Adrian: uno a los quince años y otro a los diecisiete.
La noche del concierto tuvo una bronca gorda con su madre. Cuando se estaba pintando los labios, notó un cómo se abría su puerta. Vio a su madre, enfadada. Esta se asustó.
-¡No vas a salir esta noche!
-Pero, ¿por qué?-preguntó Raquel tensa.
-No me hiciste ni caso las noches que te dije que volvieras temprano, no me hiciste ni caso. Así que estas castigada, hoy no sales con tus amigos al concierto.
-No, ¡si que saldré!-gritó la hija yéndose la madre de la habitación.

Lloró, gritó de rabia, pensó en irse sin que su madre se diese cuenta. Tras eso, se puso a escuchar detrás de la puerta del cuarto. Miró por la cerradura, vio como su madre bajaba unas escaleras. Raquel fue en cuclillas hasta su habitación para coger su bolso y bajó hasta el piso de abajo. Sin hacer ruido, abrió la puerta principal y  se fue al concierto. Se secó las lagrimas y fingió que no pasaba nada.

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